jueves, 2 de septiembre de 2010

Proyección de un nuevo liderazgo
 
Este nuevo mundo del siglo XXI, exige un nuevo liderazgo, demanda nuevos estilos de dirigir el esfuerzo humano y lograr mayor efectividad de las personas, grupos y organizacio¬nes. Ante nuevos modelos de participación, ante nuevas organizaciones inteligentes, con mayor educación y pre¬paración no sólo de los ejecutivos, sino de toda la fuerza laboral, se requieren renovados dirigentes que respondan a las nuevas condiciones. Se necesitan ejecutivos que se¬pan promover en la fuerza laboral nuevos valores y ex-pectativas de superación permanente y desarrollo, nuevas formas de transmitir y difundir la información compleja de un mundo en continuo cambio.
En la era de la información y del conocimiento, con una sociedad más educada, con demandas de mayor par¬ticipación y de relaciones menos autoritarias, las personas del siglo XXI requieren líderes más democráticos y concertadores, que basen su capacidad de influencia en el poder del convencimiento más que en el de la imposición.
En esta era compleja y de mayor especialización en todos los niveles de la organización se requiere, no sólo líderes en los puestos de dirección y gerencia, sino líderes en todos los niveles y todas las áreas de las empresas e instituciones. Éstos serán los responsables de resolver los problemas en el lugar donde se originan y en el nivel más bajo posible. Ellos promoverán el trabajo en equipo y la participación multidisciplinaria e inter-áreas.
Su entrenamiento estará dirigido a ser líderes que fo¬menten y orienten el talento, la creatividad y la corresponsabilidad como requisito de las organizaciones en continuo aprendizaje y en mejora continua del siglo XXI. En épocas anteriores a la era industrial y bien entra¬dos en ésta última, la aportación humana de las mayorías se basaba en la fuerza física, en la "mano de obra", en la utilización de los músculos. Las organizaciones moder¬nas requieren, principalmente, la inteligencia, la capaci¬dad de pensar, innovar, resolver problemas y tomar de¬cisiones.
Los hombres y las mujeres de las nuevas organizacio¬nes estarán comprometidos con el trabajo en equipo y con personas en búsqueda de mayor calidad de vida. El liderazgo se basará en una nueva concepción del trabajo, enriquecida por las oportunidades de desarrollo personal y profesional, por un trabajo más estimulante y retador, así como por un renovado sentido trascendente. Los tra¬bajadores buscan, cada vez más, una justificación interior a la entrega de las mejores horas de su día y los mejores días de su vida. Las nuevas generaciones más educadas e informadas se orientan a niveles superiores de motivación y autorrealización.
Las organizaciones del próximo milenio, que de algu¬na forma ya empezó, tendrán líderes caracterizados por una mayor conciencia ética y corresponsabilidad con el medio ambiente y con las comunidades con las que interactúan. El pequeño mundo en el que vivimos requie¬re de una conciencia global que se percate de que la des¬trucción de las selvas, de los ríos, de los mares y de la capa del ozono pone en peligro la sobrevivencia de ricos y pobres, de países desarrollados y subdesarrollados o subadministrados, como diría Peter Drucker. Hoy nos empezamos a dar cuenta que la pobreza y la miseria de los países afecta hasta las naciones más favorecidas.
La vida en familia, las instituciones educativas y las organizaciones bien diseñadas y con procesos de vitalidad y construcción social son la mejor escuela de liderazgo. No se requiere, necesariamente, de incluir temas escolares o cursos sobre la manera de dirigir y orientar. Lo que se necesita es revisar los presupuestos gerenciales y educa¬tivos sobre las personas. Se requieren organizaciones que consideren al ser humano con la capacidad de comprome¬terse con fines trascendentes y significativos. Que vivan los principios existenciales de respeto, promoción y desa¬rrollo de las personas como medio de realización personal y comunitaria.
La familia es el primer círculo de gestación de líderes. En ella se dan las condiciones básicas para que los hijos fortalezcan su personalidad y adquieran los valores socia¬les necesarios para que se corresponsabilicen de los inte¬reses y necesidades comunitarios. En la relación familiar se aprende a establecer compromisos y a cuidar de los intereses de los demás. En el seno familiar se visualizan y discuten alternativas de un futuro mejor. En la familia se aprende la superación personal y los valores trascenden¬tes. En ella se promueve la independencia psicosocial y la madurez. En síntesis, en la familia se crea la cultura y en especial los valores y principios que dan sentido al ser y quehacer humanos.

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