Ismael Rudas,
entre la tradición y la renovación
Por
Oscar Felipe Pardo Ramos
Solo tenía cuatro años cuando sorprendió a todo el mundo, incluso a su
padre, tocando La Piña Madura en un
acordeón pequeñito que él le fabricó, tan pequeño que solo tenía siete notas en
la parte de la mano derecha y dos bajos a la izquierda. Era la edad del
descubrimiento del mundo que le rodeaba y mientras sus amiguitos convertían en
juguete cualquier objeto cercano, él descubría en el acordeón un universo de
sonidos que, aun siendo tantos, no calmaban su extrema curiosidad. Esa temprana
manifestación de sus aptitudes y precoz exploración, confirmaba una vez más la sentencia
universal de que la sabiduría está escondida, pero no para los oídos del
entendimiento.
La influencia de su padre y los viejos
juglares
Fue
un 3 de enero en Caracolicito, a solo cinco kilómetros de El Copey, Cesar
(entonces departamento del Magdalena) donde Doña Isabel Dolores Mieles le
regaló a su esposo Ismael Rudas Jaramillo, precisamente el día de su cumpleaños
número 32, al primogénito Ismael Antonio, quien no tardaría en demostrar su
virtuosismo en el arte musical. De Ismael el padre, se dice que fue el mejor técnico de acordeones de la región, de lo cual dieron fe los grandes juglares de entonces, como Luis Enrique Martínez, Alejo
Durán, Abel Antonio Villa, Pacho Rada y Calixto Ochoa, entre otros; y más tarde
Ovidio Granados y el Gran «Colacho» Mendoza. Fue en ese cosmos de melodías donde creció Ismaelito, y donde su
creatividad empezó a florecer, teniendo a su alcance, siempre, las enseñanzas
de su progenitor y, sobre todo, los ojos y oídos bien abiertos ante las interpretaciones
de esos grandes maestros.
La musa temprana
Desde muy joven organizó su
propia agrupación, demostrando su talento, tocando y cantando él mismo en fiestas y reuniones familiares en Caracolicito y
en otros lugares cercanos. Y producto de ese ímpetu juvenil surgieron dos preciosas canciones: Imelda
y El Viejo Baúl. La primera fue
la erupción de un volcán de sentimientos exacerbados por la gracia de una regia
jovencita que encendió su febril imaginación, levitando sobre las diáfanas
aguas del Río Ariguaní, en la vereda Las Colonias frente a El Idilio, pensión de
propiedad de la familia de Imelda, quien pese a ser solo una quimera de su
primera juventud, esculpió con su sonrisa tierna una estampa indeleble en su alma
de poeta errante; la otra, fue una secuencia de la canción anterior, por obra y
gracia de los recuerdos perennes de ese amor idealizado, de las ansias que
titilan entre sombras y destellos y que no se apagan jamás.
Su carrera artística
Desde
su primera grabación en 1970, en más de cuatro décadas de admirable carrera
musical, grabó con su canto y su acordeón muchas canciones propias y de
otros autores; luego, aunó su indiscutible
talento a grandes voces del vallenato como Daniel Celedón (con quien conformó el
memorable grupo El Doble Poder, ganador de varios discos de oro, de platino y
la Orquídea de Plata Philips), así también a Adaníes Díaz, Jesús Manuel,
Armando Mendoza, Juan Piña, Elías Rosado, Ronald Ayazo, Yolandita y Jorgito
Celedón, entre otros, imprimiendo en cada interpretación la calidad que le ha consagrado
como uno de los mejores acordeonistas de todos los tiempos y que ha demostrado,
con lujo de competencias, en muchos rincones del planeta. De hecho, su extensa
lista de éxitos inmortales no deja lugar a dudas, para mencionar –por razones
de espacio- solo unos cuántos: A fuego
lento, Cenizas, Drama provinciano, Un día muy triste, Amigo mío, Mercedes, El saludo, Directo al corazón,
Imelda, El viejo baúl, Mi orgullo, El borracho, Una canción eterna, Una rosa en
mi jardín, El artista, El hijo del pueblo, La gota fría y Confidencia (estas dos últimas, sin duda, las
mejores versiones que se han hecho de estos temas), entre otras tantas. Así,
también, lleva el sello de su calidad el LP El
Azote Vallenato, donde está incluido Compañera,
con Juan Piña; y aunque muchos no sepan, en el tema Mi Presidio, el reconocido éxito cantado por Romualdo Brito, el
maestro Ismael toca el acordeón -y no Alonso Gil- como aparece en la carátula
del disco.
Mencionemos,
también, que este torrente de creatividad y versatilidad para interpretar
diferentes ritmos y géneros musicales ha desembocado en producciones novedosas
como Rumbeando (un trabajo con
Romualdo Brito, quien tuvo la idea de hacer un disco en el que cada canción fuese de un
género diferente: reggae, merengue, soca, champeta, paseo vallenato, cumbión, porro,
lambada, raspa, cumbia y pasebol. En este trabajo, quien hace la primera
voz en los coros, no había grabado antes, ni como corista, ni como cantante
solista: Nelson Velásquez, el de Los Inquietos hoy); de igual manera, el LP Los Sabaneros (una producción no vallenata con intérpretes como Lucho Pérez, César
Castro y Nacho Paredes, quienes pertenecieron a Los Corraleros de
Majagual, los arreglos de El Michi
Sarmiento, el bajo del popular «Calilla»
y la dirección de Lenin Bueno Suárez);
y en otras producciones espectaculares y atrevidas como Acordes de Trompetas (una bella simbiosis de acordeón y trompetas).
Siendo
un artista polifacético, compositor, cantante, arreglista y productor, virtuoso
del tono menor, el maestro Ismael Rudas ha marcado con su impronta exitosa el
género vallenato entre la tradición y la renovación, con un estilo propio que
coquetea entre un clásico natural como Luis Enrique Martínez y un versátil
innovador como Alfredo Gutiérrez, creando nuevas figuras y explorando otras
posibilidades melódicas, más allá de lo tradicional, pero sin perder la esencia
del vallenato real. De hecho, por su indiscutible capacidad interpretativa y
conocimientos del género, el maestro Ismael fue escogido por Daniel Samper y
Pilar Tafur para dirigir la producción musical 100 Años de Vallenato (1996), la más importante de este género que
se ha hecho en el mundo; y donde el maestro demuestra una vez más su grandioso talento
como intérprete -en algunos temas- y productor.
Epílogo
Hoy,
ya retirado de las tarimas, continúa haciendo música –lo que más le gusta-,
fungiendo como arreglista y productor en su propio estudio de grabación
G.RUVEL, en Barranquilla, cuidando cada detalle, cada nota, cada arpegio. Pero,
más allá de las emociones que despiertan esas notas excelsas, se halla un ser
humano extraordinario, un esposo, padre y abuelo amoroso y, sobre todo, un
entrañable amigo, tan bueno en la música como en el arte de tratar a sus
amistades.