miércoles, 22 de diciembre de 2010

Jesús y los Esenios

Jesús y los Esenios

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M.·.M.·. Oscar Pardo Ramos 
¿Qué hizo el maestro Jesús entre los trece y los treinta años?
Los Evangelios ni ninguna otra sagrada escritura, dan razón de ello. Es pues, un profundo misterio esta etapa crucial en la vida de este Gran Maestro. Al respecto, tanto la tradición esotérica de los teósofos de la antigüedad como investigadores contemporáneos, coinciden en que solo los esenios podían haber iniciado al Maestro y enseñarle lo que aprendió.
Es un verdadero misterio este lapso de la vida del Maestro Jesús, lo que ha dado origen a  muchas leyendas, producto de la especulación fantasiosa o el interés utilitario de algunas religiones, en desmedro de la investigación histórica que amerita tal asunto. Sin embargo, existen estudios, al parecer juiciosos, que han aclarado un poco la difusa historia de los esenios y su influencia en la creación del cristianismo y los valores primigenios de la civilización occidental. Entre estas fuentes sobresalen, en la antigüedad el historiador Flavio Josefo y contemporáneamente, las investigaciones de la Universidad Hebrea de Jerusalen, y las difundidas por la Essenia Fundation.

¿Quiénes eran los Esenios?

Los Esenios fueron una comunidad judía que habitaba en las orillas del Mar Muerto. Sobre el origen del término esenios se han planteado varias hipótesis: una, que proviene de Esén, hijo adoptivo de Moisés, aproximadamente 1.500 años a. C.; otras se refieren al significado del término: «santos» en griego; «piadosos» en arameo; y hacedores»«consejeros», «sanadores», «médicos» o «terapeutas», en el hebreo antiguo.

En esencia, fueron una fraternidad de hombres y mujeres que vivían juntos en una comunidad y que, al parecer por su doctrina y sus costumbres, fueron los precursores de la cristiandad y la futura civilización occidental. 

Esta hermandad -que sufría persecuciones, tanto oficiales como de otras comunidades- formaría personas que cambiarían el mundo y protagonizarían la historia. Entre ellos: Santa Ana, José y María, Juan el Bautista, Juan el Evangelista y, por supuesto, el mismo Jesús.

Esta comunidad ha sido reconocida como una verdadera escuela de la superación espiritual, dadas su estricta doctrina y la rigurosidad de las pruebas que debían superar los aspirantes para ingresar a la misma. En primer lugar, se requería: ser instruido, aceptado y luego pasar dos años de prueba para ingresar definitivamente. A los que hacían el juramento y entraban en la comunidad se les exigía una vida entera de estudio de la Ley, humildad y disciplina. Era obligatorio decir siempre la verdad.
Sus bienes pasaban a ser parte de toda la comunidad y, al igual que los frutos del trabajo personal, se distribuían según las necesidades de cada uno, destinando una porción para auxiliar a pobres, viudas, huérfanos, mujeres solteras de edad, desempleados, forasteros y esclavos fugitivos que, sin ser integrantes de la comunidad, requirieran ayuda; se imponía también la observancia de un estricto código de disciplina, cuya base era la corrección fraterna mutua.
Se destaca en su doctrina que se proclamaban herederos de los antiguos hijos e hijas de Dios, de su antigua y gran civilización. Atesoraban sus conocimientos y trabajaban arduamente en secreto por el triunfo de la luz sobre las tinieblas en la mente humana. 

Manifestaban que les había sido confiada una misión (históricamente sería la fundación del cristianismo y la civilización occidental), y estaban apoyados en este esfuerzo por seres altamente evolucionados que dirigían la fraternidad, entre ellos su líder a quien llamaban
Maestro de justicia. Eran verdaderos santos, Maestros de sabiduría, sacerdotes de las antiguas artes maestras.

Los esenios no se limitaban a una sola religión, sino que las estudiaban todas para poder extraer de ellas los grandes principios. Consideraban que cada religión era un estado diferente de una misma manifestación. Le daban gran importancia a las enseñanzas de los antiguos caldeos, de Zoroastro, de Hermes Trismegistos y a las secretas instrucciones de Moisés, entre otras. 

Los esenios se consideraban guardianes de las Divinas Enseñanzas. Poseían un gran número de manuscritos muy antiguos, algunos de los cuales databan del inicio de los tiempos. Parte de los miembros de la Escuela pasaban el tiempo descifrando sus códigos, traduciéndolos a varias lenguas, reproduciéndolos para perpetuar y preservar este avanzado conocimiento, y consideraban este trabajo como una tarea sagrada.

Los esenios sabían diferenciar entre las almas que aún estaban dormidas, las que estaban sólo medio despiertas, y las despiertas. Su tarea era ayudar, consolar y aliviar a las almas dormidas, tratar de despertar a las que estaban a medias, y dar la bienvenida y guiar a las almas despiertas. Sólo las almas que se consideraban despiertas podrían recibir la iniciación en los misterios de la Fraternidad esenia, integrada por hombres y mujeres. Entonces comenzaba para ellos el sendero de evolución, que ya no se detiene más a través del ciclo de sus encarnaciones

Los esenios consideraban su Fraternidad como la presencia en la tierra de las enseñanzas de los hijos y las hijas de Dios. Ellos eran la luz que brilla en las tinieblas, que invita a la oscuridad a convertirse en luz. Así, para ellos, cuando un candidato solicitaba ser admitido en la Escuela, ello significaba que dentro de él se había puesto en marcha un completo proceso del despertar del alma. Un alma así, estaba lista para ascender las escaleras del sagrado templo de la humanidad.

Conociendo apenas estas características de comportamiento y doctrina de los esenios, y por todo lo que hemos oído y leído sobre el Maestro Jesús, no dudamos que él se sintió atraído por esta confraternidad por una afinidad natural. De acuerdo con el desarrollo del conocimiento por parte de los esenios y el deseo de superación espiritual de Jesús, parece claro que lo que él quería saber solo los esenios podían enseñárselo. De ellos recibió la tradición esotérica de los profetas y una visión mesiánica de su misión en la tierra.

En este propósito, Jesús pasó varios años con los esenios, se sometió a su disciplina, estudió con ellos los secretos de la naturaleza, se ejercitó en la terapéutica oculta y aprendió a sanar, más almas que cuerpos. Dominó por completo sus sentidos para desarrollar su espíritu y para crear una doctrina universal del amor, del perdón y de la caridad. Su enseñanzas contenían la esencia de la doctrina esenia: el amor al prójimo, ante todo como el primer deber; la prohibición de jurar para atestiguar la verdad; la condena a la mentira, la exaltación de valores como la humildad, el ejercicio de la caridad; la sanación de los enfermos; la institución de la Cena, tomada de los ágapes fraternales de los esenios, pero con un nuevo sentido, el del sacrificio.

Según Manitara (2010), en una memorable noche, Jesús recibió de los maestros esenios la exaltación superior del cuarto grado, la que solo se concedía en el caso de tratarse de una misión profética deseada por el hermano y concedida por los maestros.

De allí en adelante, el comportamiento de Jesús en tanto ser humano, fue como la de cualquier otro esenio: un hombre sencillo que caminaba por las calles en medio de multitudes con quienes conversaba directamente y vivía en compañía de sus pocos discípulos. Es fácil imaginar que había en él una bondad, una pureza, una realeza que en nada se asemejaba a ese «Maestro elevado e inaccesible» que todas las iglesias han fabricado por completo.

Se sabe, también, que el Maestro Jesús era completamente accesible, sencillo aunque imponente, y eso complacía a la muchedumbre. Cuando estaba en un pueblo, las personas conocían sus hábitos y lo esperaban en los sitios donde con frecuencia enseñaba en forma de parábolas, historias y discusiones con quienes se acercaban a hacerle preguntas, o quienes trataban de confundirlo. Todos podían acercársele y participar en sus conversaciones, y cualquiera podía hablar.
 
El Maestro les ofrecía una enseñanza velada y no revelaba todos sus pensamientos. Los que se mostraban interesados luego de conocerlo por la primera vez, podían seguirlo y convertirse en uno de sus seguidores. Podían ser discípulos sin abandonar su familia ni su trabajo. Después el Maestro les daba otras enseñanzas -más profundas, más prácticas, más directas-, y les explicaba el significado de las parábolas. 

El Maestro les decía que cuando un grupo de personas se reúne libremente en torno a una idea divina y todos comienzan a trabajar sobre sí mismos en la dirección de esta idea, entonces, si hay suficientes, ellos llevan dentro de sí mismos a la humanidad toda y pueden hacerla evolucionar. De su trabajo emana una fuerza y una comunión espiritual, que es como un sol en el alma de la tierra y de la humanidad. Este sol, a su vez, obra a través del tiempo para atraer la idea divina y darle vida en la realidad terrena.

El Maestro dio instrucciones muy precisas sobre este trabajo, y durante algunas bellas ceremonias comunales -un ejemplo muy notable es el lavatorio de pies-, dejó en claro que cada uno de ellos estaba convirtiéndose en una parte del Cristo en la tierra, y que la encarnación final de Cristo dentro de todos los seres humanos dependía del trabajo que hiciera cada uno de ellos.

Como todos los esenios, el Maestro Jesús concedía gran importancia a la limpieza y a la pureza. La pureza que el Maestro enseñaba era menos rígida que la que predicaban los esenios. Era viviente, movida, dinámica. El Maestro Jesús era muy tolerante y abierto. Estas reglas aplicaban sólo dentro del círculo interno de su Escuela. Sus enseñanzas tenían diversos grados, según el estado de conciencia y el nivel de evolución de quien estuviera ante Él. El Maestro amaba a todos los seres y deseaba que cada uno pudiera recibir y participar de la palabra de Dios dentro de su propio nivel. Para algunos, esta palabra sonaba a reprimenda, a severidad, incluso a condena. Para otros, era de consuelo y esperanza. Y finalmente, para los discípulos preparados, abría las puertas al sagrado sendero de la iniciación del alma a los misterios eternos.

Así mismo, se sabe hoy, como afirma Schure, que los esenios le enseñaron a Jesús la doctrina del Verbo Divino, ya enseñada por Krishna en la India, por los sacerdotes de Osiris en Egipto, por Orfeo y Pitágoras en Grecia, y conocida entre los profetas con el nombre de Misterio del Hijo del Hombre. Según esta doctrina, la más elevada manifestación de Dios es el Hombre, que por su forma, su constitución, sus órganos y su inteligencia es la imagen del creador universal y posee sus facultades. Pero en la evolución terrestre, el hombre material se ha vuelto imperfecto, es falible y está manchado. Entonces, el Hijo del Hombre asume el máximo sacrificio y se convierte en el Hijo de Dios y en su Verbo viviente.


De acuerdo con Manitara (2000), cuando el Maestro Jesús estuvo entre sus discípulos, nombró al Maestro Juan como el líder y principal responsable de esta escuela interna y secreta. Fue el Maestro Juan quien fue puesto a cargo de esta Escuela y de asegurarse de que los ejercicios se hicieran correctamente. Posteriormente, cuando el Maestro Jesús murió materialmente, el Maestro Juan continuó su tarea, se mantuvo fiel y abrió Escuelas en algunos países europeos.

En conclusión, existe un gran misterio por el desconocimiento la vida terrenal del Maestro Jesús, especialmente entre los trece y los treinta años de edad, la fantasía y los intereses terrenales de algunas iglesias hacen creer que Jesús no tuvo formación alguna y que su sabiduría proviene de sus cualidades divinas, emanadas directamente de El Padre. Sin embargo, hay cada vez más evidencia de que la evolución de su espíritu y conciencia superior se debe a la transmisión de la sabiduría milenaria profesada por los esenios, una comunidad de hombres santos que sembraron la semilla de la cristiandad y de la civilización occidental.


Bibliografía

Manitara, Olivier. 2010. Los esenios De Jesús a nuestro tiempo. Essenia Fundación.
______. 2010. San Juan el esenio. Essenia Fundación.
______. 2010. El destino manifiesto de San Juan Evangelista, heredero de la doctrina secreta de Cristo. Essenia Fundación.
Schure, Eduardo. Los Grandes Iniciados. Ed. Universales, Bogotá.www.essenespirit.com/spanish/quienes.html
www.elolivo.com/esenios.html
es.wikipedia.org/wiki/Esenios
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Agosto de 2010
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